miércoles, 15 de julio de 2015

Asocian la respuesta cerebral de los niños a la comida con su composición corporal.


Los niños con mayor porcentaje de grasa corporal presentan una menor actividad en una determinada área del cerebro cuando ven imágenes de alimentos sanos bajos en calorías.


   Un estudio para el que se ha empleado tecnología de imágenes cerebrales, ha identificado un patrón de respuesta cerebral en los niños que podría suponer un primer paso a la obesidad infantil. En el trabajo, realizado por Nicole Fearnbach, estudiante graduado en el Departamento de Ciencias de la Nutrición de la Universidad de Penn State, Estados Unidos, se escaneó la actividad cerebral de los niños mientras veían imágenes de alimentos altos y bajos en calorías y se detectó que la delgadez y la gordura están vinculados a cómo los cerebros de los niños responden a la alimentación.

   Los investigadores, cuyo trabajo se presenta esta semana en la reunión anual de la Sociedad para el Estudio del Comportamiento Alimenticio (SSIB, por sus siglas en inglés), se centraron en una región del cerebro llamada sustancia negra, implicada en la recompensa, el aprendizaje y el control motor, que responde a los estímulos alimentarios. Fearnbach y sus colegas descubrieron que la activación neuronal en esta área del cerebro difería en niños según el peso.

   Los niños con mayor peso corporal magro tenían una respuesta más potente del cerebro en la sustancia negra cuando veían los alimentos ricos en calorías en comparación con los niños con menor peso corporal magro. El estudio también encontró que los niños con mayor grasa corporal tenían menor actividad en esta misma área del cerebro cuando vieron imágenes de alimentos sanos bajos en calorías, como frutas, verduras y pollo a la parrilla.

   "Creemos que los niños con peso corporal magro podrían tener una mayor respuesta de recompensa a los alimentos altos en calorías, en parte debido a que tienen mayores necesidades de energía en comparación con los niños con el peso corporal menos magro. El peso corporal magro determina en gran medida la cantidad de calorías que quemamos cada día a través de nuestra tasa metabólica en reposo. Los niños más grandes queman más calorías y nuestros resultados muestran que sus cerebros responden de manera diferente a los alimentos", explica Fearnbach.

   "Curiosamente, también encontramos que los niños con más grasa corporal tenían una respuesta cerebral reducida a los alimentos con pocas calorías, que tienden a ser las opciones más saludables --añade Fearnbach--. Podría ser que los niños con mayor grasa corporal encuentran que los alimentos más saludables son menos gratificantes. Pero no sabemos aún si tener más grasa corporal es una causa o una consecuencia de estas respuestas cerebrales".

   Los resultados de este estudio sugieren que la composición corporal de los niños puede influir en cómo el cerebro responde a los alimentos, pero depende probablemente de si estos alimentos son altos o bajos en calorías. Se necesitan futuros estudios de investigación para determinar cómo estos hallazgos se relacionan con la ingesta de alimentos de los niños o su peso corporal en el tiempo.

   El estudio involucró a 38 niños de 7 a 10 años y sus padres, con cada familia participando en cinco visitas totales al laboratorio. La composición corporal de los niños se midió para obtener el peso corporal magro y la grasa corporal. También se realizó una exploración de los niños mediante imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) mientras veían las fotos de alimentos que diferían en el contenido de energía y los autores determinaron la respuesta del cerebro de cada niño a estas diferentes categorías de alimentos y miraron cómo estaba influenciada por su composición corporal.



miércoles, 1 de julio de 2015

Un nivel bajo de vitamina D en niños incrementa el riesgo cardiovascular.

Un estudio realizado en 10 colegios españoles revela que los niños con los niveles más bajos de esta vitamina tienen más alta la tensión y los triglicéridos.


   Investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) han analizado la presencia de vitamina D en 314 escolares españoles y han llegado a la conclusión de que los niños con niveles más bajos presentan niveles más elevados de tensión arterial y triglicéridos séricos. “Estos menores podrían tener mayor riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular o síndrome metabólico en el futuro”, alerta Ana María López-Sobaler, investigadora de la facultad de Farmacia de la UCM y autora principal de la investigación.

   El 35% de los escolares presentó valores inferiores a 20 nanogramos por mililitro de vitamina D en suero, lo que indica una deficiencia entre moderada y severa, y casi la mitad, el 47,1%, registró carencias, aunque menos agudas. “Sólo el 17% tiene niveles que podemos considerar adecuados, superiores a 30 nanogramos por mililitro”, destaca la autora.

   Las fuentes del compuesto son los alimentos y la propia síntesis que hace el organismo por acción de la luz solar, pero la exposición al sol no es suficiente para mantener niveles adecuados de la vitamina. “Aunque España es un país soleado, la latitud no es la óptima y en los meses de invierno la inclinación de la Tierra no es la más favorable para la síntesis de esta vitamina”, explica la investigadora. Incluso en los meses de verano, los valores siguen siendo insuficientes.


Mejoras en la dieta


   El estudio, publicado en Nutrición Hospitalaria, se ha realizado en 10 colegios públicos de A Coruña, Barcelona, Madrid, Sevilla y Valencia. Para la elección de las ciudades se tuvieron en cuenta sus latitudes y niveles de exposición solar. Los expertos extrajeron muestras de sangre de los escolares, de entre 8 y 13 años, para determinar los niveles de vitamina D en suero, glucosa sérica y triglicéridos, entre otros parámetros. También se midió su talla, peso e índice de masa corporal.

   “Los niveles de vitamina D sérica observados en este colectivo son similares a los encontrados en otros escolares españoles y de otros países. Confirman que la deficiencia en vitamina D es un problema prevalente en niños y adolescentes”, subrayan la autora. Este compuesto se encuentra sobre todo en los pescados azules, en la yema del huevo y en los lácteos. Los expertos achacan gran parte de las carencias presentadas por los menores a una dieta incorrecta de estos alimentos.

   “Mi recomendación es analizar por qué se registra ese déficit y ver si es suficiente con una mejora en los hábitos de alimentación, con consumo de pescado azul dos o veces a la semana y más lácteos”, apunta la científica. Si a pesar de cambiar la alimentación sigue habiendo un desequilibrio, podría considerarse que el niño tomara un suplemento vitamínico, siempre pautado por un profesional sanitario, recomienda la experta. En la investigación también han participado la Universidad Alfonso X El Sabio y la Universidad Nacional de Tucumán, México.