Hace tiempo que tenía ganas de hacer queso casero, así que por fin me he decidido. Lógicamente me he informado de cómo se hace el queso (no suficiente), en este caso quería probar con un queso fresco sencillo, pero la incertidumbre de la experimentación está ahí. Y como comprobaréis ha sido todo un experimento, que podía haber sido un desastre, pero la improvisación acertada y la intuición ha determinado un más que aceptable desenlace.
Lo primero que hice fue comprar cuajo natural en polvo. Preparé un par de litros de leche desnatada UHT y le añadí el cuajo. Cual fue mi sorpresa que no cuajaba después de una hora. ¿Le habré añadido poco? No puede ser, he puesto más que suficiente de lo que marca la etiqueta del producto. Le pongo otra dosis de cuajo y espero un par de horas. Nada de nada.
Yo no tiro la toalla, así que busco una explicación en internet y mi sorpresa es que la leche UHT, por las altas temperaturas a las que se ve sometida, no cuaja. Tachaaan, no pasa nada. Aquí no se desperdicia nada.
¿Cómo lo solucionamos? Le añado dos yogures desnatados, unos 100 gr de azúcar, caliento la leche a 35º C y por lo menos tomaremos yogur. Lo dejo fermentar 24 horas a temperatura ambiente.
En ese día de espera "fermentativa" sigo teniendo el "antojo" de comer queso, así que con una gasa grande y un colador cuelo este yogur durante 48 horas en la nevera.
En este paso no deja de ser yogur espeso, y como tal sabe, con un ligero dulzor. Lo pongo en un bol de plástico tapado y lo guardo en la nevera una semana, para que "madure".
Todo un acierto, pierde un poco de dulzor, se hace un poco más consistente, ligero, pierde ese sabor de yogur natural y gana el de queso.
Ideal como merienda con un poco de pan de leche casero y miel.
Seguiremos experimentando en el mundo del queso, pero esta aproximación ha sido un acierto (quizás el del principiante), no se parece a nada que haya probado y ha gustado a toda la familia.
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