martes, 16 de septiembre de 2014

La conducta alimentaria de tipo adictivo está más relacionada con el hecho de comer que con la comida.

Un estudio descarta la hipótesis de que los alimentos involucran mecanismos cerebrales comparables a los de las drogas de abuso.


   Investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) han participado en un estudio internacional del Consorcio 'NeuroFAST' que ha observado que la adicción a comer define con mayor precisión la conducta alimentaria de tipo adictivo que la adicción a la comida.

   El trabajo, que publica en su último número la revista Neuroscience & Biobehavioral Reviews, recoge de forma extensa argumentos y razonamientos de distintos campos médico-científicos sobre la supuesta adicción que provocan alimentos, componentes o sustancias alimenticias concretas.

   Y ha sido así como han visto que, sorprendentemente, actualmente no existe una evidencia científica que apoye la hipótesis de que los alimentos involucran mecanismos cerebrales comparables a las drogas de abuso.

   "La gente trata de encontrar explicaciones racionales para el sobrepeso y es fácil culpar a los alimentos", ha reconocido Carlos Diéguez, autor de este estudio y director del Centro de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CIMUS) de la Universidade de Santiago de Compostela (USC).

    De hecho, este experto admite que algunos alimentos "son más atractivos que otros", algo que se debe en parte a la capacidad de este tipo de alimentos para estimular 'vías de recompensa' en el cerebro, que son activadas por algunos comportamientos naturales, pero sobre todo se conocen por ser muy estimuladas por muchas drogas de abuso".

   Sin embargo, la evidencia científica actual no apoya la idea de que los distintos componentes de los alimentos ejerzan los mismos efectos que las drogas adictivas en nuestros cerebros.



La cafeína, posible excepción

   Con la posible excepción de la cafeína, no hay fuerte evidencia en humanos de que cualquier alimento, o cualquiera de sus componentes, pueden causar cambios en el cerebro que se asemejen a los observados en respuesta al consumo de sustancias como el alcohol o la nicotina.

   "Es evidente que algunas personas tienen una relación de dependencia con los alimentos (...) Pero en la actualidad existe muy poco fundamento para apoyar la idea de que cualquier ingrediente, alimento, aditivo o combinación de ingredientes tiene propiedades adictivas", explica este experto.

   La diferencia entre adicción a la comida o al hecho de comer no es baladí a juicio del consorcio 'NeuroFAST', dado el énfasis de algunas políticas en relación a que los componentes de los alimentos, y sus efectos adictivos, serían los responsables del exceso de ingesta y, por tanto, del incremento de la obesidad.

   En este sentido, recuerda que otras adicciones conductuales, por ejemplo a los juegos de azar, son reconocidas formalmente por los clínicos y los estamentos sanitarios.

   La "buena noticia" para la industria de la alimentación es, según Diéguez, que no hay evidencia de que los alimentos o nutrientes particulares provocan directamente una adicción basada en una determinada sustancia. La mala es que, "si asumimos que la adicción a comer es frecuente, nos indica que depende muy probablemente de un entorno que fomenta su desarrollo".



El fácil acceso a los alimentos puede favorecer la adicción

   "Obviamente, la facilidad de acceso y una amplia exposición a un gran número de alimentos sabrosos (y baratos), bien pueden implicar un riesgo elevado de desarrollar una adicción como el comer", ha explicado. Ante este hallazgo, los expertos del consorcio 'NeuroFAST' están convencidos de que debe abordarse la cuestión de cómo evitar la 'adicción a comer'.

   Una discusión, según opinan, que no ha de centrarse en la cuestión de si los alimentos provocan adicción en el sentido de una dependencia de las drogas, sino en potenciar políticas de prevención y tratamiento de la obesidad con iniciativas conjuntas entre todos los agentes responsables.

   "Por otro trastorno del comportamiento --trastorno del juego-- sabemos que tanto un tratamiento individualizado y una prevención estructural, como la reducción del número de salas de juego, la restricción de la publicidad de la promoción de los juegos de azar y el cumplimiento de las restricciones de edad son eficaces en un gran número de pacientes", ha explicado.



Neuroscience & Biobehavioral Reviews (2014); doi: 10.1016/j.neubiorev.2014.08.016






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